siempre he sabido que no quería ser madre. desde que era niña, nunca he entendido bien que alguien tuviera tan claro que, en algún momento de su vida, sería madre.
no me gustaban los muñecos, no he tenido hermanos ni primos, nunca me he rodeado de niños y menos de bebés. las primas de mi padre fueron teniendo hijos cuando yo era pequeña, pero nunca nos juntábamos. de una parte de la familia soy la mayor, de otra la del medio y de otra la pequeña. nunca hemos tenido demasiada relación por ninguna de las partes. he visto a esos bebés al poco de nacer para después no verlos durante muchos años. si los viera por la calle no reconocería a ninguno de mis primos. es un poco triste ¿no?
siempre he tenido claro que no quería ser madre y he discutido mucho, y con mucha gente, desde la adolescencia por esto. siempre me venían con eso de ya cambiarás de idea, eres demasiado joven, nunca se sabe… chica, que rollo, nadie te dice eso cuando con 5 años que todavía te comes la tierra del parque y serías capaz de comerte un cacho de pizza del suelo dices que quieres ser madre. ¿lo suficientemente madura para saber que sí quiero algo, pero no para saber que no lo quiero? nunca he entendido eso, sigo sin hacerlo. claro que el no puede cambiar, pero es que el sí también.
hace un tiempo, empecé a escribir sobre esto en Medium una entrada que nunca terminé. os quiero dejar por aquí lo que en su momento escribí (digamos sobre finales de 2023):
siempre he sabido que no quería ser madre, cada vez lo tengo más claro. a veces tengo unos repentes donde pienso y si… pero creo que son por miedo. por muchos tipos de miedo. la ovulación, las hormonas y todo eso también, pero tengo miedo de estar sola y a veces pienso en un futuro donde sea madre. el otro día tuve que llevar a mis gatos al veterinario. tengo las manos llenas de arañazos, los brazos, las piernas. siento miedo y culpa a partes iguales cada vez que tengo que hacer pasar a los animales por algo así. cada vez que lloran, gritan y me miran con los ojos llenos de miedo. me puse a llorar de camino al veterinario en la parte de atrás del coche porque mis gatos no dejaban de chillar y llorar. solo quería tirarme en marcha y que todo parase. tenía mucho miedo. mucha culpa. mucha rabia. les gritaba que parasen. les susurraba. les cantaba. lloraba. no puedo cuidar de nada, menos de un bebé. desde mucho antes de empezar a tener sexo tenía miedo de estar embarazada. cada vez que no me venía la regla tenía pánico, pensamiento absurdos que me reconcomían por dentro cada mes. me besaba con chicos y tenía aún más miedo. decían que te puedes quedar embaraza por la boca en un foro de internet y todos mis miedos decidieron creerse algo así. o esas barbaridades de que podías embarazarte por bañarte o dormir cerca de un hombre. cada vez que tengo dolores o molestias de estómago creo tener un aborto, un embarazo ectópico o cualquier cosa.
nunca he terminado de entender este miedo a un embarazo, pero este cuadro de Klimt tiene algo que me hace entenderlo. esa muerte, esas caras desfiguradas acechando… un símbolo sobre todo eso terrible, todo ese miedo.
condensé muy bien todo lo que siento alrededor de ser madre. miedo. mucho miedo. miedo a no saber qué hacer, no tener paciencia, recursos, respuestas. sé que sería una madre horrible por cómo trato a la mía, por cómo me sentía mientras cuidábamos a mi abuela. no soy capaz de cuidar. no tengo paciencia. no sé regularme, me sobreestimulo constantemente con ruidos y olores, no paro de llorar por las esquinas. me siento culpable cada vez que ocurre algo malo. ¿qué clase madre podría ser? una terrible.
con el tiempo, he ido desarrollando más miedos al imaginarme teniendo un hijo, como el de ¿y si no le quiero? ¿y si siento rechazo? ¿y si no me cae bien? o cosas tan malignas como ¿y si es feo? ¿cómo voy a ser madre si una de las cosas que me preocupan es que mi hijo sea feo? disgusting. más allá de todo esto, me aterraría que enferme, que tenga alguna enfermedad crónica y no saber qué le ocurre o no tener los recursos para ayudarle. me da miedo la sensación de indefensión, de no poder hacer nada. me aterraría que existiera la posibilidad de que muera (y existe). también me aterra pensar que pudiera ser como yo.
como decía en ese post original, en los últimos años hay momentos donde, como un destello, llega a mí la pregunta de ¿y si…? quizá porque por primera vez convivo con niños, porque hay amigas y familia teniendo o queriendo tener niños. quizá porque mi sobrina pequeña es una muñeca que solo sonríe y juguetea sin molestar, sin llorar, sin enfadarse o gritar. sé que hay más detrás de eso, pero suena tan bien tener una muñequita a la que querer con todo el cuerpo. por primera vez, quizá también porque ya tengo una edad (cumplo 27 en noviembre) no tengo tan claro eso de que no quiera ser madre, aunque siga teniendo claro que no puedo ser madre. esta pequeña diferencia ha llegado por casualidad, pero ha resultado ser la más acertada.
en muchos ámbitos de la vida he confundido las acciones querer, poder y deber y creo que la maternidad ha sido uno de ellos. ahora, quizá ya más adulta, más desarrollada, más sensata, empiezo a ver que no son lo mismo y sobre todo que querer no es lo máximo. por primera vez me atrevo a verbalizar que quizá sí quiera ser madre, o al menos que puede ser una posibilidad que siempre me había negado, pero también esto me hace ver más claramente que ni puedo ni debo serlo. aquí entraría de nuevo el discursito de no lo puedes saber, pero mi cabezonería dice que sí lo sé, porque me conozco. conozco mis miedos, mis manías, mi vida. sé que no es el lugar para un bebé, sé que estos escenarios no serían los correctos. no querría que mi hija se enfadase conmigo de la forma que lo hago yo con mi madre porque sé que es el mayor dolor que he sentido nunca. no querría que alguien me culpe como yo lo hago con ella.
así que hoy, a unos seis meses de cumplir 27 años, por primera vez digo que me pone triste saber que nunca voy a querer tanto a alguien como mi madre me quiere o yo la quiero a ella. que me pone triste que nunca vaya a sentir un cuerpo formándose dentro del mío. que nunca vaya a existir un mini yo al que querer más que a cualquier cosa, que me llame mamá, mami, que me abrace, que me mire con unos ojos gigantes llenos de brillo.
si pudiera hablar con otros mundos, me encantaría encontrar a esa niña que nunca podrá nacer y explicarle un poco todo esto. decirle que mi mayor regalo, que el mayor amor que puedo darle es que no esté aquí conmigo, porque nunca podría quererla ni cuidarla como se merece. le explicaría que al menos tengo sueños donde me llama mamá.
El final es b-r-u-t-a-l
Quizá tu instinto materno sea la escritura! Quién sabe! Tiempo al tiempo.